
La agricultura del carbono es un enfoque agrícola que mejora la capacidad de los suelos y la vegetación para absorber y almacenar dióxido de carbono (CO₂) de la atmósfera. Mediante la adopción de técnicas sostenibles de gestión de la tierra, como la agrosilvicultura, los cultivos de cobertura, la siembra directa y la mejora de la gestión de los pastos, la agricultura del carbono reduce las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de la agricultura y elimina CO₂ de la atmósfera. Este enfoque contribuye a mitigar el cambio climático y ofrece la posibilidad de diversificar los ingresos de las explotaciones mediante créditos de carbono y pagos por servicios ecosistémicos.
Liberar el potencial de la agricultura del carbono en la UE requiere innovación, y la agrosilvicultura presenta una solución especialmente viable y escalable. A medida que la UE acelera sus esfuerzos para lograr la neutralidad climática en 2050, la agricultura del carbono ha surgido como una estrategia prometedora para mejorar el secuestro de carbono del suelo al tiempo que se apoya la agricultura sostenible. La agrosilvicultura integra árboles y arbustos con cultivos o ganado, lo que brinda la oportunidad de seguir produciendo alimentos y capturar CO₂ atmosférico y almacenarlo en la biomasa leñosa y los suelos. Estos sistemas mejoran la salud del suelo, reducen la erosión, aumentan la biodiversidad y refuerzan la resiliencia de las explotaciones frente a fenómenos meteorológicos extremos. A diferencia de los monocultivos convencionales, la agrosilvicultura diversifica las fuentes de ingresos a través de la madera, las frutas, los frutos secos y los productos y servicios no madereros, reduciendo así el riesgo económico de los agricultores.
Por ejemplo, el Green Deal de la UE o el Plan de Gestión Sostenible de la Tierra de Inglaterra reconocen la agrosilvicultura como un componente clave de la producción sostenible de alimentos. Además, los mercados voluntarios de carbono están surgiendo como una posible fuente de ingresos para los agricultores que adoptan prácticas agroforestales, permitiéndoles monetizar el carbono secuestrado en sus árboles y suelos. Sin embargo, a pesar de su potencial, la agrosilvicultura se enfrenta a retos como los costes de inversión iniciales, los largos periodos de amortización y la complejidad de medir y verificar el secuestro de carbono. Para aumentar su adopción, debemos mejorar los incentivos financieros, proporcionar metodologías claras para los créditos de carbono y ofrecer apoyo técnico a los agricultores.
La investigación en curso sobre agrosilvicultura está ayudando a perfeccionar las mejores prácticas, mejorar las mediciones del secuestro de carbono y elaborar directrices de aplicación específicas para cada región. Proyectos como ReForest y DigitAF se centran en optimizar las combinaciones de árboles y cultivos, comprender la dinámica de la salud del suelo y evaluar los beneficios económicos a largo plazo para los agricultores. Los investigadores también están explorando técnicas avanzadas de teledetección y de seguimiento basadas en la inteligencia artificial para mejorar la precisión de la contabilidad del carbono. Las iniciativas de colaboración entre universidades, instituciones de investigación y responsables políticos pretenden crear estrategias basadas en pruebas que garanticen la escalabilidad y eficacia de la agrosilvicultura. A medida que los avances científicos sigan dando forma a este campo, la agrosilvicultura está preparada para convertirse en una piedra angular de la agricultura en la UE, apoyando su resiliencia medioambiental y económica.
